martes. 19.03.2024

El entierro está cada vez más cerca. Se palpa en el ambiente. Svetlana Alexievich entra con sus viejas botas desgastadas y deja un ramo de gardenias a los pies del ataúd. Desde una esquina, Bernstein y Woodward lloran y lanzan un último adiós frente al féretro del periodismo. Gay Talese se quita el sombrero al paso de Capote y Camus, que desfilan ante la capilla ardiente. Manu bebe un último trago antes de irse a recorrer su camino más corto. Una lágrima resbala por la mejilla de Katherine Graham cuando Bradlee le cuenta sus últimas batallas y Satrapi y Sacco dibujan sus últimas viñetas. Maruja Torres guarda su sinceridad y Oriana Fallaci observa el silencio incómodo del velatorio. Una pregunta resbala de sus labios: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

En la otra punta de la ciudad, justo cuando Chaves Nogales guarda su libreta, se descorcha una botella de champán. Las notas de prensa se lanzan a la pista y bailan al compás de las mentiras. Desfilan por el plasma las ruedas de prensa sin preguntas, mientras el banquero aplaude y esconde bolsas dinero en un sitio seguro: el bolsillo del político. La tarta entra en la sala y las agencias encienden las velas. Reparten el pastel con el que celebran la consolidación de su dictadura. Se hace el silencio y llegan los últimos invitados mientras los publicistas levantan su champán y reciben al último invitado. Las salas virtuales de prensa atraviesan la puerta al son del mercado. Ellas clavaron la última puñalada, la estocada que consiguió derribar al César. Márquez entona el último adiós al oficio más bonito del mundo cuando el establishment levanta su copa y brinda. Ya no habrá quien los vigile.

Hemingway apura la última botella de whisky y grita porque sabe que ellos podrían haberlo evitado. Fueron los periodistas los que decidieron sacarle brillo a sus zapatos para no volver a pisar la calle. Dejaron que las agencias dieran el primer golpe de estado y permitieron que ellas contasen lo que ellos no veían. Hasta que se quedaron ciegos y se pusieron las gafas de su dictadura. Un régimen que las salas virtuales han acabado de consolidar. Si tenemos notas de prensa partidistas, ruedas de prensa silenciosas, agencias que establecen la agenda política y salas virtuales que muestran lo que quieren que veas, ¿para qué nos hacen falta los periodistas?

El último adiós del periodismo