jueves. 28.03.2024

Lidia Crespo iba de camino a casa, después de pasar la noche con unas amigas, cuando un chico le dijo “Ole las chicas guapas, vivan las faldas cortas”. Ella apretó el paso pensando que le hubiera encantado girarse para gritarle que la dejara en paz, que nadie le había preguntado su opinión. Para Lidia esto supuso un ataque de pánico, pero para Felipe Fernández-Armesto solo era un piropo.

Hace unos días, Fernández-Armesto publicaba en El Mundo que “un piropo puede ser de mal gusto pero, a menos que no se diga para insultar ni ofender, no es acoso sexual”. Cabría recordar que la expresión “acoso sexual” hace referencia a el acoso que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre. 

El escritor sigue su texto afirmando que “las proposiciones sexuales, si los que las lanzan admiten el rechazo sincero sin recelo, son parte de las relaciones normales entre los sexos”. Fernández-Armesto se olvida de dos cosas importantísimas en la situación que se ha narrado en primer lugar. La primera es que, en la mayoría de los casos, cuando se inicia un ritual de cortejo es para conseguir el favor sexual de una persona. Mientras que la segunda es que la mujer, en estos casos, está en una clarísima situación de inferioridad por el mero hecho de que ella no está dispuesta a formar parte del ritual del que habla Fernández-Armesto. Sin contar que la mayoría de estas situaciones tienen como respuesta el aceleramiento del paso para evitar una confrontación mayor. Por lo que eso de “el derecho de las mujeres al rechazo puramente ritual también es sagrado” queda en papel mojado, una frase muy bonita, pero carente de sentido en el momento en el que el rechazo frontal provoca una reacción agresiva en la mayoría de los casos. Sí que es cierto que hay casos en los que no, pero tan solo con la posibilidad ya se hace entendible la decisión de callar.

Lo que realmente es inquietante es la frase “hay que insistir en el hecho de que «violación» no quiere decir «seducción posteriormente arrepentida»”. Cuando hablamos de “seducción posteriormente arrepentida” nos referimos a una forma torpe de ligar. Aquí es donde reside la confusión, una forma torpe de ligar jamás podría ser equiparable a una violación, lo explico. Una barra de bar, chica se acerca a chico y empiezan a hablar. El chico se pasa de la raya con comentarios torpes, que no le gustan a la chica, y esta se marcha dando por finalizada la charla. ESTO podría ser una forma torpe de ligar o, como lo llamaría Fernández-Armesto “seducción posteriormente arrepentida”. Cuando hablamos de violación, lo estamos haciendo de un delito que consiste en tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se halla privado de sentido o discernimiento. Nada que ver.

No obstante, se puede leer el texto completo (El valor del buen uso del lenguaje), publicado el 27 de febrero en el periódico arriba mencionado, para formarse una opinión propia, pues mi intención jamás ha sido la de dar lecciones a nadie. Por mucho que me pueda afectar este tipo de hechos, así como el artículo, (aunque mi apoyo a la causa es y será todo lo grande que me dejen) no me encuentro entre el colectivo afectado.

Afortunadamente para nosotros, señor Fernández-Armesto, no tenemos que tener muy claro que es eso del “acoso sexual”, así que dejemos de opinar y empecemos a escuchar.
 

«Violación» no es «seducción posteriormente arrepentida»